Aníbal
Según la leyenda, Cartago fue fundada por Dido ("la vagabunda"), una princesa fenicia que huyó de Tiro a la costa norte de África después de que su hermano matara a su marido. Los libros de historia datan la fundación de la ciudad en el año 814 a. C., cuando los tirios establecieron su avanzada comercial Cartago (que significa “ciudad nueva”) en un puerto natural fácilmente defendible en el golfo de Túnez.
La ciudad prosperó a través de la minería y el comercio de plata, particularmente en tinte púrpura. Se decía que el imponente puerto albergaba 220 embarcaciones. Los comerciantes construyeron casas grandes, de unos seis pisos de altura, sobre el puerto en Byrsa Hill. Cartago alcanzó su apogeo alrededor del 323 a. C., con una población de 200.000 habitantes y uno de los tesoros más ricos del Mediterráneo. Después de la conquista romana en el 146 a. C., gran parte de la ciudad vieja fue destruida y luego reconstruida como colonia romana.
La primera guerra púnica se gesta en el siglo III antes de nuestra era y dura más de dos décadas, entre 264 y 241 a.C. Aníbal nace en el transcurso de la misma, en 247 a.C. Durante más de 2.000 años, los historiadores han discutido sobre la ruta utilizada por el general cartaginés Aníbal para guiar a su ejército (30.000 soldados, 37 elefantes y 15.000 caballos) sobre los Alpes y hacia Italia en solo 16 días, realizando una emboscada militar contra los romanos que sin precedentes en la historia de la guerra.
Aníbal es el primer hijo varón de Amílcar Barca, estratega de los ejércitos cartagineses en Sicilia y figura relevante en una guerra que, pese a su habilidad militar, Cartago pierde. La que hasta entonces ha sido potencia del Mediterráneo se ve obligada a firmar un tratado de paz y a entregar la disputada Sicilia y algunas islas menores, así como una cuantiosa compensación económica. Cuando Roma se anexiona además Cerdeña y Córcega en 238 a.C, Cartago no tiene capacidad de reacción. Con el supuesto* beneplácito del Senado cartaginés –el Consejo de los Cien–, Amílcar Barca toma una decisión que desencadenará la historia tal y como la conocemos: reúne a sus ejércitos y pone rumbo a lo que ellos llaman Iberia y sus enemigos, Hispania.
(*) Hay historiadores que opinan que la decisión de Amílcar Barca de instalarse en Iberia fue una decisión personal de los Barca frente al Consejo de Cartago, quien no veía en Roma un enemigo tan serio como los consideraban los Barca. La fundación de una nueva capital, Qart Hadasht (Cartagena) sería la prueba de una "independencia" de la vieja Cartago.
Iberia es la promesa de un futuro mejor. En aquella tierra bárbara y occidental, alejada del esplendor cultural de la koiné griega, Cartago dispone desde el tiempo de los fenicios de pequeños asentamientos comerciales costeros que compiten en prosperidad con las vecinas colonias griegas. ¿Qué busca Amílcar allí? Los recursos minerales que ya hicieron poderosa a la mítica Tartessos y que compensarán a Cartago de las pérdidas económicas sufridas tras la guerra. En la rica Iberia le aguardan la plata que le permitirá acuñar moneda con la que pagar a Roma y los metales con los que forjar las armas para vencerla. Amílcar atraviesa a pie el norte de África y llega a Gadir en 237 a.C. desde las Columnas de Hércules (el estrecho de Gibraltar).
Antes de permitir a su hijo Aníbal de nueve años acompañarle en esta nueva gesta le ha hecho jurar que jamás será amigo de Roma. Crecer en Iberia es clave para Aníbal –afirma el arqueólogo estadounidense Patrick Hunt, profesor en la Universidad Stanford–. Es aquí donde aprende las tácticas militares de su padre y donde cabalga durante una década junto a los celtiberos, que se mantendrán leales a él en sus posteriores campañas.
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