La especie se halla en peligro de extinción en nuestro país debido a la fragmentación de su hábitat, los tan infravalorados páramos. Foto:...
La especie se halla en peligro de extinción en nuestro país debido a la fragmentación de su hábitat, los tan infravalorados páramos. Foto: SEO Birdlife |
En España la población de ricotís no llega a las 1.500 parejas, cifra insuficiente para asegurar el futuro de la especie a largo plazo. Su hábitat, los paisajes esteparios, merece ser revalorizado: su valor ecológico es clave para muchísimas especies.
28 abril 2023.- Es finales de junio y el amanecer empieza a intuirse en el páramo. Estamos en el término municipal de Molina de Aragón, que a pesar de su nombre se encuentra en tierras guadalajareñas. Los primeros rayos de sol disipan la oscuridad en este lugar en el que poco a poco alcanzamos a vislumbrar una gran llanura cubierta de pastos del tipo tomillar-pradera, es decir, una combinación de matorrales bajos y plantas herbáceas donde proliferan superficies de suelo desnudo. En este territorio, rural y altamente despoblado, abundan las tierras de labor que aúnan usos agrícolas y ganaderos: aquí se entremezclan los cultivos de secano con las áreas de pastoreo extensivo de un gran número de ovejas.
En estos lares tiene su hábitat la discreta alondra ricotí (Chersophilus duponti), cuya distribución se restringe a la península ibérica, el Magreb (Marruecos, Argelia y Túnez) y la franja costera de Libia y Egipto.
Estos áridos parajes de los Monegros de Zaragoza constituyen uno de los reductos de la alondra ricotí. Las llanuras cerealistas, las lenguas de tierra más clara, serpentean entre las zonas no cultivadas donde pastorean las ovejas y hacen vida las ricotís.Hasta hace unos años, y desde que fuera descrita en 1820 por el naturalista francés Louis Pierre Vieillot a partir de un ejemplar aportado por su colega Léonard Dupont, este pequeño paseriforme de tonos parduscos ostentaba el nombre de alondra de Dupont. Sin embargo, en 1971 el ornitólogo salmantino Francisco Bernis, cofundador en 1954 de la Sociedad Española de Ornitología (SEO), propuso rebautizarla con un nombre vernáculo castellano y para ello eligió una de las onomatopeyas populares que usan los pastores en referencia al peculiar canto del macho: un silbido aflautado conformado por dos o tres sílabas, la última de notas más largas, agudas y nasales, que realmente podríamos transcribir como rico…tiii, rico…tiii. Pero hay muchas otras: rocín, rodriguí, aportí, señor Joaquín…
A estas esquivas aves, que miden 18 centímetros de longitud y pesan entre 35 y 40 gramos (los machos son más grandes y pesados que las hembras), también se las conoce como los fantasmas del páramo. Y es que si oírlas ya es bastante difícil, verlas lo es mucho más. Las hembras son totalmente silenciosas y los machos cantan durante apenas una hora justo antes de la salida del sol y, a veces, de la puesta, lapso en el que vuelan de mata en mata, especialmente en primavera, cuando andan en busca de pareja y se quieren hacer notar. Pero durante el día, las ricotís, muy huidizas, de costumbres terrestres y extremadamente selectivas con el hábitat, se apresuran a esconderse entre las matas, donde se tornan invisibles. En ese entorno, muy a juego con su plumaje marrón grisáceo, resultan imperceptibles. Tanto es así que puedes tener un nido con tres pollos dentro a un metro de distancia –anidan en el suelo– y no ser capaz de distinguirlo.
«La agricultura intensiva, muy fomentada por la Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea, que promociona el incremento de la superficie cultivable, así como las reforestaciones, el abandono de la ganadería extensiva y la construcción de infraestructuras, en especial vías de transporte, parques eólicos y canteras, están poniendo en jaque esas estepas de vegetación natural tan infravaloradas», advierten los científicos.
La ricotí no es la única de la familia de los aláulidos que ocupa estos hábitats esteparios: son varias las aves paseriformes de la familia de las alondras que lucen este aspecto tan poco llamativo, como alondras comunes, cogujadas, terreras marismeñas, totovías o calandrias, lo que hace aún más difícil su identificación. Como suelen decir por aquí los investigadores en jerga humorística, la observación de sus queridos p.p.m. (esos «puñeteros pájaros marrones») es harto complicada.
Entre 2016 y 2021, y tras coordinar un documento que sentó las bases científicas para la elaboración de la estrategia nacional de conservación de la alondra ricotí, vio la luz verde el primer proyecto LIFE europeo dedicado a la salvaguarda de una especie cuya población se estima en unas 1.400 o 1.500 parejas. Gracias a ese primer programa se pusieron en marcha estudios y acciones destinados a mejorar el estado de conservación de la ricotí y sus hábitats en un área que alberga el 15 % de la población europea: las Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA) de los Altos de Barahona y del Páramo de Layna, ambas en el sur de la provincia de Soria. Por ejemplo, se incluyeron más de 3.000 hectáreas de hábitat de alta calidad en un programa de custodia del territorio y se restauraron unas 325 hectáreas de un territorio propicio para la ricotí, lo que podría redundar en un incremento poblacional de entre 15 y 40 parejas reproductoras.
En estos espacios naturales se ha logrado mantener una actividad tradicional muy favorable para la especie: el pastoreo de ovejas. «Cuando el pastoreo se reduce o desaparece, el matorral y el arbolado aumentan en altura y cobertura, dando lugar a un tipo de medio que no es adecuado para las ricotí. Estas aves necesitan espacios libres de vegetación, con suelo desnudo, pues se desplazan a peón, alimentándose de los insectos que encuentran en el suelo». El declive de esta actividad tradicional, afecta a la movilización de nutrientes en el ecosistema, lo que provoca una serie de efectos tróficos en cascada: si hay menos ovejas en el campo, disminuye el alimento para los insectos que a su vez son la base de la dieta de la ricotí, en especial escarabajos y otros invertebrados, los cuales consumen y procesan los excrementos ovinos.
Además, la especie rehúye los ambientes arbolados y con matorral denso, donde los depredadores pueden percharse. Aun así, la tasa de depredación, en especial de los nidos, es altísima. «De media, la mitad de las puestas fracasan, a veces incluso más. Una herramienta adecuada para gestionar ese problema es el control de los depredadores, lo que conlleva reducir o limitar su número con medidas activas de control, como la extracción selectiva o la caza. Hay muchos depredadores diferentes, y cada vez más, debido a la expansión de ungulados (los jabalíes son un problema), de topillos y ratones, de langostas (tenemos casos documentados de este insecto devorando un pollo de aláulido) y, cómo no, de perros y gatos asilvestrados».
Un ejemplar macho de ricotí canta al amanecer en un campo de Soria. El declive de los insectos, alimento clave para muchos animales, es otra de las causas de la regresión de esta ave y de otras especies esteparias básicamente insectívoras, como el sisón, la ortega, la avutarda, el alcaraván, el cernícalo primilla o el aguilucho cenizo.Ahora, los científicos se enfrentan a un segundo proyecto LIFE dedicado a esta especie, Connect Ricotí, que persigue incrementar la conectividad de la metapoblación española, muy fragmentada. «El núcleo principal se encuentra en las regiones del interior y está compuesto por poblaciones dispersas en zonas reducidas en la meseta Norte (cuenca del Alto Duero, en Castilla y León), el sistema Ibérico (que se extiende desde la provincia de Burgos hasta la de Castellón), la depresión del Ebro (desde la cordillera Cantábrica hasta el Mediterráneo, siguiendo la cuenca hidrográfica del Ebro), La Mancha y el sudeste peninsular», explica. Para ello, los ejes principales del proyecto en curso buscan mejorar la conectividad de las poblaciones, implementando medidas que restauren el hábitat y fomenten el pastoreo extensivo en determinadas zonas, y trasladar ejemplares silvestres a los puntos más críticos para reforzar poblaciones. «Con objeto de comprobar si las aves se quedan en la nueva zona, hemos instalado un sistema de estaciones de telemetría automática constituidas por cuatro antenas con receptores que captan y registran el paso de las ricotís».
En Molina de Aragón, Guadalajara, los investigadores comprueban una estación de telemetría automática, dispuesta para evaluar el éxito de las translocaciones de ricotís.Los científicos confían en que la Política Agraria Común (PAC) facilite un cambio profundo en la gestión de estos territorios tan importantes. No solo para mantener las valiosas estepas y las especies asociadas a ellas. También para asegurar el futuro de unos usos tradicionales de la tierra que tanto necesitamos sustentar.
Fuente: National Geographic
COMENTARIOS