La fauna y flora marinas ya están recolonizando las coladas de lava más antiguas. Esto atrae al depredador Antiopella cristata, una babos...
En las profundidades del archipiélago de las Eolias, la actividad volcánica amenaza la vida de millones de habitantes de la costa sur de Italia
24 junio 2023.- El archipiélago de las Eolias, al norte de Sicilia, se compone de siete islas principales y se enclava en el corazón del sistema volcánico más activo del Mediterráneo. La mayor parte de esa actividad tiene lugar muy por debajo del lecho marino donde la furia de las fuentes hidrotermales que se forman en las laderas de los volcanes, escupen cortinas de burbujas de gases calientes ricos en minerales.
Las fuentes hidrotermales del lecho marino expelen gases sobrecalentados que rozan los 130 grados centígrados. Sin embargo, la vida resiste. La actividad volcánica de esta región sigue siendo una amenaza para los millones de personas que viven en la costa sur de Italia.
La isla de Panarea, la más pequeña de las Eolias, se considera un volcán inactivo, pero bulle de actividad. Hay remolinos naturales que desprenden olor a azufre, y nubes de burbujas de dióxido de carbono y sulfuro de hidrógeno que suben a la superficie con tanta regularidad que creemos estar nadando en medio de una lluvia invertida. Dondequiera que se mire, se perciben los efectos de esa acidez sobre la vida marina: el paisaje submarino está desprovisto de corales y crustáceos. Un gusano marino incauto se ha detenido demasiado cerca de las burbujas y su tubo calcáreo ya ha empezado a disolverse. En otras zonas, las praderas de Posidonia presentan hojas blanqueadas y quemadas.
Los únicos seres que parecen prosperar en este lugar son las bacterias anaerobias, que no necesitan oxígeno para sobrevivir. Sobre las paredes rocosas forman un grueso tapiz que se ondula suavemente bajo las caricias ácidas. En Panarea, una de las islas del archipiélago italiano de las Eolias, los gases que escapan de una cámara magmática se mezclan con las frías aguas del Mediterráneo y crean las burbujas ácidas de un «jacuzzi natural». Las aguas circundantes son tan corrosivas que los romanos atracaban aquí sus naves para limpiar los cascos de incrustaciones.
En las aguas de Panarea hay instalada una estación científica que monitoriza los sonidos de las burbujas en busca de indicios de que la actividad volcánica está intensificándose o disminuyendo, como advertencia de una gran erupción en Estrómboli, a unos 20 kilómetros de Panarea.
El paisaje a 75 metros de profundidad tiene un aire marciano con sus rojos, naranjas y amarillos, aunque a diferencia del planeta rojo, este lugar intimidante está vivo, como si lo sofocase el exceso de actividad. Exhala, gruñe, vomita. Las estrechas chimeneas expelen gases y agua caliente, y mientras una todavía se está formando, otra parece estar apagándose y una tercera ya ha empezado a desmoronarse. Se respira una intensa sensación de precariedad, pero así es la vida submarina: frágil y obstinada a la vez.
Este fondo marino, reconfigurado por los deslizamientos de lava, alberga una próspera fauniflora que se ha salvado. La fragilidad de la naturaleza es un lugar común, más en este entorno, pero la realidad es que la vida se aferra, se resiste y espera su momento.
En dirección a la bahía de Nápoles, a unos 100 metros de profundidad, un ecosistema se abre en las paredes de lo que parece ser un pozo que se abre al abismo. Las paredes son de roca negra y están cubiertas de pequeños invertebrados filtradores y raros crustáceos de largas pinzas. Entre estas criaturas que resisten aquí, en una suerte de prórroga vital, identificamos una especie poco común: una esponja carnívora.
Se ubica en el centro de una inmensa cámara circular, como si hubiésemos bajado al fondo de un gigantesco decantador de vino. Seguramente es una antigua cámara magmática, vacía ya de lava. Tarde o temprano se derrumbará sobre sí misma, generando un pequeño tsunami que llegará suavemente a las playas de Nápoles.
Estrómboli, Italia. Estrómboli, conocido como el Faro del Mediterráneo por la lava incandescente que mana de los cráteres de la cima durante sus erupciones casi continuas, se eleva poco más de 1.000 metros sobre el mar Tirreno, frente a Sicilia. Su flanco norte es un corredor ennegrecido llamado Sciara del Fuoco (carretera de fuego) por el que los derrubios volcánicos se deslizan hasta el mar. Imagen: LAURENT BALLESTA
La presencia de un rape común (Lophius piscatorius), un pez carnívoro, demuestra que toda la cadena trófica vuelve a estar en su sitio. Imagen: LAURENT BALLESTA
Valle de los 200 Volcanes. El llamado «Valle de los 200 Volcanes» describe un eje perfecto entre dos picos de las Eolias. Estas chimeneas altas y estrechas se formaron a lo largo de miles de años cuando los óxidos de hierro calientes emitidos por fisuras en el suelo marino cristalizaron al entrar en contacto con el agua fría del mar. Imagen: LAURENT BALLESTA
Invertebrados gigantes (Clavelina dellavallei). Con forma de campana de cristal, estos invertebrados gigantes de la especie Clavelina dellavallei parecen encontrar en este entorno las condiciones ideales: no hay especies competidoras. En el Mediterráneo hay pocos lugares como este. Imagen: LAURENT BALLESTA
Estrella cojín o estrella disco (Peltaster placenta). La vida prospera hasta en los entornos más hostiles. En la imagen, una estrella cojín o estrella disco (Peltaster placenta), conocida en la zona como stella biscotto por su parecido con una galleta. Imagen: LAURENT BALLESTA
Fuente: Laurent Ballesta, biólogo, fotógrafo y submarinista de profundidad francés (para National geographic)
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