La imagen que los miradores del Albaicín exportan al mundo permite apreciar la belleza de la Fortaleza Roja. Desde que se construyó la Alc...
14 junio 2023.- La Alhambra llevaba casi tres siglos siendo una fortaleza inexpugnable para sus enemigos. La primera reina cristiana que la había rendido pudo haberla mandado reducir a cenizas, borrar de sus paredes el emblema de los vencidos y las alabanzas al dios de los musulmanes. En lugar de eso, ordenó que se respetase todo. Probablemente fue en ese momento cuando decidió quedarse allí para siempre y hacer algo que el desafortunado Boabdil no podría ya hacer jamás: morir en Granada.
«Y quiero y mando que, si falleciese fuera de la ciudad de Granada, que luego, sin detenimiento alguno, lleven mi cuerpo entero, como estuviere, a la ciudad de Granada –detalla el testamento de la reina–. Y […] que sea sepultado en el monasterio de San Francisco, que está en la Alhambra […]». La reina murió en 1504 en Medina del Campo y su féretro inició una travesía que duró tres semanas hasta llegar a Granada. Ahí sí llovía; las crónicas se complacen en recrear el llanto de la naturaleza ante la muerte de la soberana. La Alhambra, huérfana hacía solo 12 años de su corte nazarí, acababa de convertirse en la última morada de la reina católica que la había conquistado. Quizá, como les sucedió a sus constructores, aquel lugar le hacía sentirse más cerca de Dios.
La reconquista de Al-Yazira al-Hadra' (Algeciras) de manos cristianas por Muhammad V en 1369 tuvo una gran repercusión en el mundo hispanomusulmán. Como mensajes ocultos para quien sepa leerlos, los versos de Ibn Zamrak en el patio de los Arrayanes se hacen eco de aquel hito, que supuso recuperar esta importante plaza perdida en 1344: «A sable y por la fuerza Algeciras conquistaste». Imagen: NAVIALa Alhambra es ante todo una ciudad palatina. La sede de la jefatura de un Estado, con un recinto residencial militar, una ciudad cortesana y una serie de palacios que a lo largo de dos siglos y medio construyen los distintos dirigentes de la ciudad, adaptándolos a sus gustos o necesidades». Desde la primitiva Alcazaba erigida por Muhammad I hasta las diferentes reformas y palacios edificados por Yusuf I y su hijo Muhammad V, la Alhambra refleja el gusto de los monarcas que la habitaron. Es un bastión de poder en el corazón del terreno enemigo.
La falta de agua en la colina de la Sabika obligó a la construcción de un complejo sistema de canalizaciones, albercas y aljibes para abastecer a la ciudad palatina. En la imagen, el arqueólogo Jesús Bermúdez hace una visita de inspección en el aljibe de Tendilla, este de época cristiana. Imagen: NAVIALa sala de las Camas del baño de Comares era el lugar donde desvestirse antes del "hammam", heredero de las termas romanas. La limpieza es un precepto sociorreligioso en el islam. Imagen: NAVIA
Entre los siglos XIII y XV el mundo se modernizó. En Europa el gótico dio paso al Renacimiento y se importaron las ideas del humanismo. Pero durante esos dos siglos y medio, «el triángulo formado por las provincias de la Andalucía oriental se detuvo en el tiempo, manteniendo una sociedad feudal recluida en un idílico oasis. Quizá la Alhambra pretendiera emular a la mítica Medina Azahara, capital de Occidente en el siglo X». El reino nazarí nunca alcanzó la importancia de Córdoba, pero dejó un importante legado, un monumento que sintetizaba toda la belleza y el refinamiento arquitectónico concebidos en al-Andalus. Un recordatorio para que la historia jamás pudiera olvidarlos.
El Corán describe el paraíso como un vergel donde el agua fluye sin cesar. La importancia del agua para el islam y su uso como elemento arquitectónico tienen su máxima expresión en el Jardín Feliz y su fuente de los Leones, que para algunos historiadores representa el Edén. Imagen: NAVIAEn el Mexuar, la antigua sala de recepción que Isabel la Católica convirtió en capilla, las imágenes de ese sincretismo surgido en la Alhambra en ese primer momento de fusión son evidentes para quien sepa buscarlas. Sorprende ver el emblema de los Reyes Católicos conviviendo con el lema y el escudo nazarí, o el águila bicéfala y las columnas de Hércules reproducidas en el sino, el minúsculo azulejo octogonal a partir del cual se estructura el resto de la composición en los zócalos. Sobre ellos, escritos en árabe, se reproducen unas frases que recuerdan un versículo de san Mateo: «El reino es de Dios; la gloria es de Dios; el poder es de Dios». Probablemente sea obra de moriscos, los musulmanes convertidos al cristianismo. El árabe era la lengua de los granadinos. Y el Dios de unos y otros, a fin de cuentas, era el mismo.
Con 5.000 piezas y en forma de estrella de ocho puntas, la cúpula de mocárabes de la sala de los Abencerrajes es una de las más espectaculares de la Alhambra. Estas composiciones a base de prismas de yeso o de madera colgantes surgieron en el Turkestán en el siglo X y alcanzaron su máximo exponente en la Alhambra. La perfección de los cálculos matemáticos dio lugar a cubiertas autoportantes que parecen desafiar la gravedad y evocan la idea de infinito de la bóveda celeste. Imagen: NAVIAErigida sobre el monte de la Sabika, la Alhambra sigue rigiéndose, como antaño, por sus propias leyes. Durante siglos la pobló la nueva administración cristiana con una sucesión de gobernadores y alcaides; luego, tras las guerras napoleónicas, algunos espacios volaron por los aires y otros se fueron deteriorando por falta de mantenimiento. Algunas de las estancias sufrieron expolios. Otras, como el antiguo palacio de los Infantes, se vinieron abajo. Las albercas se convirtieron en lavaderos; los patios, en corrales, y en las estancias vacías y sucias se instalaron familias que no tenían otro lugar adonde ir. Paradójicamente, «pasó de ser un castillo de reyes a un refugio para marginados, pero siempre estuvo habitada. Y eso la mantuvo en pie».
Los lugares donde transcurren las leyendas existen también. Como la puerta de los Siete Suelos, la antigua Bab al-Gudur árabe, por la que la tradición indica que Boabdil abandonó la Alhambra suplicando que tras su marcha fuera sellada para que nadie volviese a atravesarla jamás. Tampoco es visitable. Quizá sea por eso. O por los siete suelos que el cuento de Irving aseguraba que escondía: una sucesión de pasadizos en los que el propio príncipe nazarí habría ocultado un magnífico tesoro por si –¿quién sabe?– alguna vez podía volver a su fortaleza.
La torre de las Infantas, escenario de uno de los relatos de Irving protagonizado por tres princesas enamoradas de fugitivos cristianos, existe también. Forma parte de la sucesión de torres-palacio que flanquean la muralla norte. Y no, tampoco se puede visitar. Como la torre de la Cautiva, un exquisito y minúsculo palacete edificado en la misma muralla en tiempos de Yusuf I, bellamente ornamentado para tratarse simplemente de una estructura defensiva de la fortaleza. Acceder a su interior es entrar en la leyenda. La tradición popular le otorgó ese nombre por considerarla la morada de Isabel de Solís, la rehén cristiana que robó el corazón del sultán Muley Hacén y acabó convirtiéndose al islam con el nombre de Soraya.
La historia –o quizá la leyenda– le concede un importante papel en la caída de Granada al provocar los celos de Aixa, primera esposa del sultán, quien, agraviada, buscó el apoyo de los Banu Sarray o Abencerrajes e instó a su hijo Boabdil a arrebatarle el trono a su padre. Muley Hacén era más partidario de la lucha y Boabdil, de la negociación. De no haber sido depuesto, ¿hubiera cambiado el último capítulo de la rendición de Granada?
Los zócalos de las alcobas del salón de Comares, como otras salas, están decorados con motivos geométricos que parten de una pieza central o sino. Cuando se definieron en 1891 las 17 maneras posibles de jugar con la simetría de un plano, en la Alhambra llevaban ya siglos representadas. Imagen: NAVIAEn el palacio de Comares, residencia del emir y salón del trono, nos recibe un bellísimo verso grabado en el alero de madera. Puerta Vílchez lo traduce: «Mi posición es una corona, mi puerta la frente. En mí al Occidente envidia el Oriente». Imagino a los antiguos visitantes fascinados por el significado de una frase que hablaba tanto de la magnífica sala como del sultán. Probablemente fue compuesto por Ibn Zamrak para mayor gloria de Muhammad V. Pero la creación más famosa de ambos, este último como constructor y el otro como poeta, quizá sea el palacio de al-Riyad al-saíd, o el Jardín Feliz, nombre original del que siempre hemos conocido como palacio de los Leones.
Todos tenemos en la retina su famosa fuente: 12 leones, todos parecidos y todos diferentes, cuya magnífica ejecución aprovecha la veta de la roca para simular los músculos del animal. También la fuente oculta un mensaje importante: hace alusión a la dinastía de los Banu Ansar, compañeros del profeta Mahoma de los que presuntamente descendería la casa nazarí, y donde se menciona la palabra califa, un título con una implicación de jefe religioso que trasciende al de sultán. Una muestra impecable de propaganda política en pleno siglo XIV. «Eran tiempos difíciles –asegura Puerta Vílchez–. El sultán necesitaba legitimar su poder no ya frente a los cristianos, sino frente a los suyos».
El arte musulmán guarda la belleza para la intimidad. Por eso, desde fuera nada hace intuir que el interior de la torre de la Cautiva, un baluarte defensivo, o qalahurra, edificada por Yusuf I, oculte uno de los espacios más bellamente decorados de la Alhambra.
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