Jerusalén, una ciudad moldeada por la permanente disputa
ZIYAH GAFIĆ |
13 octubre 2023.- Desde el cementerio judío del monte de los Olivos, una prominencia que se alza al otro lado de la Ciudad Vieja de Jerusalén, se puede admirar en todo su esplendor la fulgurante cúpula dorada. Algunos extremistas judíos ven en este santuario islámico un monumento blasfemo que debe demolerse para hacer hueco a un templo restaurado.
En la moderna Ciudad Santa no hay atisbo de aquella armonía. En 1984, animado por un mentor extremista, Yehuda Etzion reunió 300 kilos de dinamita robada y unos cuantos judíos ultranacionalistas como él con el objetivo de volar la cúpula. «Había que hacerlo –me dice con tranquilidad cuando lo visito en su casa, en un asentamiento fuertemente vigilado de Cisjordania–.
Para los palestinos la Cúpula, es un potente símbolo de la causa independentista palestina, comparable al vínculo de los judíos con el cercano Muro de las Lamentaciones.
Era la única manera de que se construyese el tercer templo». Muchos judíos creen que la cúpula se erige en el emplazamiento de los dos templos anteriores. Un informante dio el soplo a la policía antes de que el grupo pudiera actuar y Etzion cumplió cinco años de cárcel por conspiración.
Otros atentados tuvieron más éxito. En 1982, un recluta del Ejército israelí procedente de Baltimore entró a tiros en el santuario; dejó dos muertos y varios heridos graves. El waqf de Jerusalén, la fundación islámica que supervisa los lugares santos musulmanes de la ciudad, afirma tener constancia de decenas de intentos de dañar o destruir el edificio por parte de extremistas judíos.
Etzion insiste ahora en que la cúpula solo puede demolerse previo acuerdo con el waqf, escenario más que dudoso. Pero su idea ha pasado de ser una excentricidad a dominar el discurso general. Líderes religiosos y políticos judíos que en el pasado evitaban el tema de demoler el santuario hablan hoy abiertamente de erigir el tercer templo judío. Mientras tanto, no para de aumentar la cifra de judíos religiosos que exigen el derecho a orar en la explanada, restringida desde hace años al culto musulmán, una medida israelí que se tomó para evitar fricciones entre los fieles de las dos religiones.
Estos judíos llevan varios años tanteando los límites de esa restricción, deambulando por el recinto en grupos protegidos por la policía israelí. Y en el nuevo Gobierno derechista de Israel hay varios ministros deseosos de permitir la oración judía en la acrópolis, lo que aumenta las tensiones.
En 2016, el hijo y sucesor de Hussein, el rey Abdalá II, inició un proyecto multimillonario para solucionar los graves problemas que afectaban el interior de la Cúpula de la Roca, como mosaicos combados, yesos desconchados o maderas podridas, consecuencia de las goteras de la cubierta en los años sesenta o de las filtraciones ocurridas cuando los 48 canalones originales quedaron cegados con excremento de paloma. Los avances son lentos. Las autoridades jordanas y de Al-Aqsa culpan a la policía israelí, que controla todo lo que entra por las puertas.
El pasado mes de abril la policía irrumpió dos veces en la mezquita Al-Aqsa durante el Ramadán, destrozando puertas y ventanas, disparando balas de goma e hiriendo a 12 personas, según ellos para reducir a unos alborotadores armados con fuegos artificiales que se habían atrincherado dentro. Pero sus acciones fueron condenadas por las naciones árabes y los musulmanes de todo el mundo.
La Ciudad Vieja de Jerusalén es una estratificación infinita de historia, creencias y divisiones. En ella se alzaron dos templos hoy desaparecidos que durante siglos fueron el centro del culto judío. En ella se cree que Jesús de Nazaret resucitó tras su crucifixión. Y en ella se encuentra también la piedra que los musulmanes veneran como el lugar donde el profeta Mahoma inició su ascensión nocturna al cielo. Estos acontecimientos santificaron la ciudad para tres grandes religiones, dando lugar a épocas tanto de paz como de derramamiento de sangre.
Israel se hizo con Jerusalén Este, Cisjordania y la Franja de Gaza en la guerra de los Seis Días en 1967. Pese a la condena de la comunidad internacional, Israel sigue construyendo asentamientos ilegales en Cisjordania donde viven unos 450.000 israelíes entre más de 2,5 millones de palestinos.
Israel designó Jerusalén como capital en 1949 y se anexionó Jerusalén Este arrebatándosela a Jordania durante la guerra de los Seis Días. La Línea Verde (arriba) marca la frontera dibujada por mediación de la ONU. Los palestinos reclaman Jerusalén Este como su futura capital.
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