Nueva luz sobre el embrión humano
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| Mórula. NICOLAS PLACHTA, UNIVERSIDAD DE PENNSYLVANIA |
03 marzo 2024.- Esta mórula (del latín mora), un óvulo fecundado en las primeras fases de la división celular (en la imagen de cabecera), bloquea a los espermatozoides que llegan rezagados.
«Es la primera vez que logramos imágenes de cada célula del interior de un embrión humano vivo, interactuando entre sí y cambiando de forma y posición con un grado de detalle sin precedentes», afirma Nicolas Plachta, biólogo celular de la Universidad de Pennsylvania. El tinte azul identifica el núcleo y el ADN de cada célula; el naranja revela la corteza celular protectora.
A medida que la mujer envejece, los óvulos y los embriones que se desarrollan a partir de ellos tienen más probabilidades de sufrir anomalías genéticas, lo que puede traducirse en infertilidad o en abortos. Este riesgo se incrementa de forma significativa a partir de los 35 años.
Recientemente, un equipo de investigadores ha captado las imágenes más detalladas nunca vistas del desarrollo de embriones humanos en laboratorio utilizando tintes fluorescentes y microscopios láser.
Esta innovadora técnica de obtención de imágenes podría ayudar a los médicos a seleccionar mejor los embriones durante el proceso de fecundación in vitro (FIV), lo que redundaría en un mayor número de embarazos y una menor tasa de abortos espontáneos.
CADA MUJER NACE CON UN NÚMERO DE ÓVULOS DETERMINADO QUE POCO A POCO VA AGOTÁNDOSE
Los óvulos crecen y maduran en el interior de unas formaciones redondeadas llenas de líquido llamadas folículos, que se desarrollan durante el período fetal. Algunos fetos femeninos tienen más de un millón de folículos, formados en los primeros meses del desarrollo fetal.
Una vez empieza el ciclo menstrual, los folículos van convirtiéndose en óvulos. A medida que la mujer envejece, el número de óvulos se va agotando con la ovulación y la muerte celular. De promedio, al inicio de la pubertad hay unos 100.000 folículos; en la menopausia, en torno a un millar.
Tanto la donación de óvulos como su congelación, una práctica a la que se recurre cada vez más, posibilitan que las mujeres de cierta edad procreen con óvulos más jóvenes, ya sean propios o ajenos. Pero ¿y si la ciencia lograse ralentizar o revertir el reloj biológico, de tal forma que las mujeres puedan prolongar su vida fértil al tiempo que reducen los efectos negativos para la salud asociados al envejecimiento ovárico?
En los últimos años cada vez más investigadores se plantean esa pregunta. En 2016 el equipo de Francesca Duncan, profesora de ciencias de la reproducción de la Universidad del Noroeste, en el estado de Illinois, hizo un descubrimiento clave. Observó que con el tiempo el ovario se torna «fibrótico», es decir, más rígido. «El ovario es muy dinámico», explica Duncan. En su interior suceden muchas cosas, como el crecimiento de los folículos (las estructuras que contienen y nutren los óvulos inmaduros u ovocitos), la rotura de un folículo para liberar el óvulo durante la ovulación, y la muerte y reabsorción de los ovocitos no liberados.
Toda esta actividad supone una reparación constante del tejido, lo que puede provocar fibrosis, que esencialmente es la formación de cicatrices.
Un artículo publicado en 2022 en Science Advances, informaba de que los fármacos antifibróticos ya existentes restablecían la ovulación en ratones de 15 meses, que en parámetros humanos equivale a unos 50 años.
Los expertos creen que modulando la AMH ( hormona antimülleriana ) podría, como quien dice, activarse y desactivarse la fertilidad. Cuando cesa el tratamiento, la fertilidad puede restablecerse y quizás incluso potenciarse. Los folículos vuelven a crecer y, al haberse ido acumulando durante el tratamiento, el número de los que maduran simultáneamente supera al habitual. Si una persona con escasez de óvulos se sometiese a una FIV en ese momento, las probabilidades de éxito podrían aumentar. El tratamiento con AMH también podría interrumpir parte de esa actividad ovárica perpetua, y con ello tal vez disminuir el envejecimiento asociado a ella.
«La gente siente un impulso muy fuerte de tener hijos biológicos. Y eso empuja a ir más allá en el desarrollo de nuevas tecnologías que puedan facilitar la embriogénesis».
El retraso de la maternidad en España. A mediados de la década de 1970, en España la mayoría de las mujeres que daban a luz a su primer hijo tenían 25 años. Desde entonces, la proporción de madres jóvenes ha ido disminuyendo y la de mujeres que tienen su primer hijo a los 35 o más ha ido aumentando. DAVID MARTÍNEZ. FUENTE: INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA
El consenso científico es que ninguna solución por sí sola prolongará drásticamente ni la fertilidad ni la salud ovárica. Pero si la investigación que se lleva a cabo en diversas áreas relacionadas da sus frutos, en los próximos años podríamos asistir a avances significativos.
Sin embargo, algunos investigadores y médicos añaden una nota de advertencia acerca del retraso de la procreación, aunque su propio trabajo ha contribuido a ese cambio. Uno de los mayores riesgos es que no siempre se materializa un final feliz.
La tasa de fertilidad desciende significativamente en mayores de 40 años. (Utilizar óvulos congelados o de donantes más jóvenes eleva la probabilidad de éxito, pero no lo garantiza). La FIV es un procedimiento caro que no suelen cubrir los seguros médicos. Los finales felices pueden transmitir a la opinión pública la impresión errónea de que no pasa nada por esperar.
Y es que el envejecimiento también entraña riesgos para los hombres. La calidad del semen disminuye a partir de los 40. Aunque esos espermatozoides todavía son capaces de fecundar un óvulo y dar lugar a un embarazo satisfactorio, los daños en el ADN pueden traducirse en problemas de salud para el bebé.
Madres cada vez más mayores en Europa. Los datos son claros: también en Europa las mujeres tienden a ser madres cada vez más tarde. En España, el promedio de edad en que dan a luz a su primer hijo es de 31,6 años, la más alta, junto con Italia, de toda la Unión Europea. RALF BITTER. FUENTE: EUROSTAT
Más allá de la salud ovárica están llevándose a cabo importantes investigaciones sobre conceptos más futuristas. Entre ellos, un proceso conocido como gametogénesis in vitro (GIV), que consiste en crear gametos a partir de células madre (por ejemplo, derivar un óvulo de otro tipo de célula, como una célula cutánea). Con la GIV, parejas del mismo sexo podrían tener hijos con genes de ambos progenitores; incluso podría ser viable que más de dos personas se reprodujesen juntas. También existe la posibilidad de hacer crecer un feto fuera del cuerpo humano, en un útero artificial.
Es probable que falten años, si no décadas, para la GIV y los úteros artificiales. Pero a medida que estas nuevas herramientas evolucionen, surgirán peliagudos dilemas médicos y éticos. Los riesgos son muchos, sin duda, pero la tecnología reproductiva actual ya ha dado sus frutos con creces: millones de padres agradecidos por una prole que parecía imposible.
Fuente: National Geographic.
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