El extraño "perdón cristiano" de Poncio Pilato
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| Cristo ante Pilato, de un libro de horas francés de Henri d'Orquevaulx, c. 1420-30. Museo de Arte de Cleveland. Dominio publico. |
Poncio Pilato, el gobernador romano que enfrentó el dilema político definitivo, fue utilizado como cristiano converso por la iglesia primitiva.
29 marzo 2024.- Hacia finales del siglo II d. C., el intelectual pagano Celso escribió un tratado anticristiano burlándose de la creencia en Jesucristo. Si Jesús realmente hubiera sido el Hijo de Dios, preguntó, ¿por qué Dios no había castigado a Poncio Pilato, el hombre responsable de crucificarlo? ¿Por qué Pilato no se había vuelto loco o destrozado, como los personajes de los mitos griegos? ¿Por qué no le había sucedido ninguna calamidad?
Si bien hay muchas tradiciones cristianas posteriores sobre el castigo de Poncio Pilato, todas parecen pertenecer a un período mucho después de que Celso escribiera. El desafío de Celso, y la respuesta de los primeros cristianos, sugiere que había más de una pizca de verdad en la afirmación de que el prefecto de Judea había evadido la desgracia. Esto está implícito en los esfuerzos que hicieron los primeros cristianos para absolverlo de la responsabilidad de la Crucifixión.
La única declaración fiable que tenemos sobre la vida de Pilato después de su estancia en Judea proviene de la pluma del escritor judío Josefo. En sus Antigüedades de los judíos , escritas unos 60 años después de los acontecimientos, Josefo afirma que Pilato fue llamado a Roma después de su mala gestión de un motín que involucró a los samaritanos en el año 36 d. C. Por esto habría esperado enfrentar una audiencia ante el emperador Tiberio, el gobernante anciano pero intransigente que lo había nombrado diez años antes. Pilato se apresuró a regresar, pero cuando llegó, en marzo del año 37 d. C., el enfermo Tiberio había muerto. Un nuevo emperador, Calígula, había tomado las riendas del poder.
Lo que pasó después son conjeturas. Josefo no dice nada más sobre él, dando a entender que no hubo audiencia. Quizás, en la euforia general que rodeó el ascenso de Calígula, su caso quedó en suspenso o simplemente se olvidó. Quizás la audiencia siguió adelante y fue absuelto. Por lo que sabemos, le asignaron otro puesto.
La falta de un destino adecuadamente espantoso para Pilato puso a los apologistas cristianos en un dilema. Como gobernador, a Pilato le correspondía dictar sentencia en los casos capitales: él fue quien condenó a Jesús a sufrir en la cruz. No había forma de eludir su culpa. El castigo divino debería haber seguido.
Sin embargo, en los primeros años del cristianismo era difícil hacer tales afirmaciones. El Estado romano sospechaba del nuevo culto y, si los cristianos querían evitar la confrontación, era mejor no acusar de deicidio a uno de los funcionarios romanos. Los evangelios canónicos enfatizaron que Pilato no tenía toda la culpa. No pudo encontrar ningún defecto en Jesús: 'No he encontrado en él ningún motivo para la pena de muerte. Por eso haré que lo castiguen y luego lo pondré en libertad», declara Pilato en el Evangelio de Lucas. Juan hace que Pilato anuncie dos veces: "No encuentro base alguna para acusarle".
El Evangelio apócrifo de Pedro , considerado por muchos eruditos uno de los primeros textos cristianos, fue aún más lejos. En esto, Pilato y sus soldados no desempeñan ningún papel en las burlas o torturas de Jesús por parte de la multitud. Él mismo declara "soy puro de la sangre del Hijo de Dios" y, junto con sus soldados, que custodian la tumba de Jesús, conspira para mantener en secreto el milagro de la Resurrección de los sacerdotes judíos.
La tradición de un Pilato inocente, testigo de la Pasión, provocó una extraña fascinación entre los primeros cristianos por él. En el siglo II d. C., circularon entre los fieles cartas falsas de Pilato que relataban la maravillosa historia de Jesús. Las llamadas Actas de Pilato , supuestamente derivadas de los propios registros del gobernador, retratan a Pilato como un converso. Tertuliano, el teólogo cristiano de finales del siglo II, describió a Pilato como alguien "que también en su propia conciencia era ahora cristiano" y alegó que Tiberio estaba tan convencido de los informes de Pilato que habría colocado a Jesús entre los dioses romanos si no hubiera sido porque el Senado se negó. Tan influyentes fueron las diversas versiones de los Hechos de Pilato que a principios del siglo IV el Estado romano creó y promovió una versión anticristiana, «verdadera» y pagana en un intento de desacreditar a las cristianas. No hace falta decir que no era más fiable que sus rivales.
Todo esto puede parecer meramente caprichoso, pero la absolución de Pilato tuvo un costo terrible. Los primeros cristianos echaron la culpa de la crucifixión a otros. Una refutación de los argumentos de Celso, escrita por el obispo Orígenes del siglo III, lo muestra claramente: "No fue tanto Pilato quien lo condenó", escribió, "sino la nación judía". Celso se había equivocado de culpable; y el hecho de que la nación judía hubiera sido destrozada por los romanos y dispersada por la faz de la tierra era prueba de la retribución de Dios. Las cartas falsas y las versiones cristianas de los Hechos de Pilato decían prácticamente lo mismo, al igual que otros apologistas cristianos.
Los Hechos llegaron incluso a que la multitud judía le dijera a Pilato que aceptaban voluntariamente la culpa de sangre, un eco del Evangelio de Mateo, en el que la misma multitud gritaba '¡su sangre caiga sobre nosotros y nuestros hijos!' Estas afirmaciones formaron la base de la persecución cristiana de los judíos hasta los tiempos modernos.
La costosa absolución de Pilato fue producto de circunstancias religiosas y políticas específicas. Cuando el Imperio Romano se convirtió en un estado cristiano en el siglo IV, ya no hubo necesidad de enfatizar su inocencia. El Credo de Nicea, formulado bajo el emperador Constantino en el año 325 d. C. y enmendado en el año 381 d. C., afirmaba sin rodeos que Cristo "fue crucificado bajo Poncio Pilato". Se volvió aceptable presentar a Pilato como un villano y se desarrolló una serie de mitos que describen su espantoso final.
Sin embargo, algunos cristianos influyentes objetaron. San Agustín, escribiendo en el siglo VI, argumentó que cuando Pilato escribió en la cruz "Jesús de Nazaret, Rey de los judíos", realmente lo decía en serio: "No se podía arrancar de su corazón que Jesús era el Rey de los judíos".
Mientras que Occidente desarrolló la tradición de un Pilato "malo" que era castigado por sus fechorías, la Iglesia Oriental prefirió una interpretación más comprensiva. Pilato no sólo era cristiano; fue confesor e incluso mártir. Un texto oriental, La entrega de Pilato , muestra a Tiberio ordenando la decapitación del gobernador por haber permitido que se llevara a cabo la crucifixión. Primero Pilato se arrepiente y luego una voz del cielo proclama que todas las naciones lo bendecirán, porque bajo su gobierno se cumplieron las profecías acerca de Cristo. Finalmente un ángel se hace cargo de su cabeza cortada. En algunos relatos está enterrado con su esposa y sus dos hijos junto a la tumba de Jesús, el máximo sepulcro de los mártires.
En el Evangelio de Mateo , la esposa de Pilato advierte a su marido que no haga daño a Jesús y por ello alcanzó la santidad entre los cristianos ortodoxos. Los coptos y cristianos de Etiopía dieron el siguiente paso y canonizaron al propio Pilato. Una colección etíope de hagiografías enumera el día de San Pilato como el día 25 del mes de verano de Sanne, un día compartido con su esposa Procla y los santos Judas, Pedro y Pablo:
"Saludo a Pilato, que se lavó las manos para demostrar que era inocente de la sangre de Jesucristo".
Quienes estén familiarizados con la tradición occidental pueden encontrar la idea de San Poncio Pilato curiosa o incluso absurda. Pero la fascinación por Pilato nunca disminuye. Desde los Hechos de Pilato hasta la novela de Mikhail Bulgakov El Maestro y Margarita , el hombre que interrogó y crucificó a Jesús sigue siendo un enigma, una oscura metáfora de los opuestos: ambigüedad y terquedad, cobardía y heroísmo, crueldad y clemencia. Su dilema –hacer lo correcto o lo popular– es el dilema de todo gobernante. Quizás por eso la gente puede simpatizar con él: a veces también nosotros debemos afrontar una elección difícil; aunque, afortunadamente para nosotros, es probable que su legado sea menos duradero.
Fuente: Kevin Butcher, profesor del Departamento de Clásicos e Historia Antigua de la Universidad de Warwick y autor de The Further Adventures of Pontius Pilate.
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