El fracaso del liberalismo: ¿una vuelta al colapso del orden mundial de los años 1930?
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| La caída de la bolsa en 1929 provocó una pérdida de confianza en las instituciones financieras. Foto AP |
23 agosto 2024.- En 1931, el ensayista estadounidense Edmund Wilson se lamentaba : “Hemos perdido… no sólo nuestro camino en el laberinto económico, sino también nuestra convicción del valor de lo que estamos haciendo”. Los escritores de las principales revistas explicaron “por qué el liberalismo está en bancarrota”.
Hoy, figuras de izquierda y derecha pueden compartir de manera similar una visión articulada por el politólogo conservador Patrick Deneen en su libro “ Por qué fracasó el liberalismo ”.
Malos vientos
El liberalismo –una ideología basada en gran medida en las libertades individuales y el imperio de la ley, así como en la fe en la propiedad privada y el libre mercado– fue promocionado por sus partidarios como una manera de llevar la democratización y la prosperidad económica al mundo, pero recientemente la “globalización” liberal ha ido a pique.
La Gran Depresión tuvo un efecto similar. El optimismo de los años 1920 –un período que algunos llamaron la “primera ola” de democratización– se derrumbó cuando países como Japón y Polonia establecieron gobiernos populistas y autoritarios.
El ascenso actual de figuras como Viktor Orban en Hungría , Vladimir Putin en Rusia y Xi Jinping en China, recuerdan a los historiadores el atractivo continuo del autoritarismo en momentos de incertidumbre.
Ambas épocas comparten una creciente fragmentación de la economía mundial en la que los países, incluido Estados Unidos, intentaron detener la hemorragia económica aumentando los aranceles para proteger las industrias nacionales.
El nacionalismo económico, aunque muy debatido y rechazado, se convirtió en una fuerza dominante a nivel mundial en la década de 1930. Esto se refleja en los recientes llamamientos a políticas proteccionistas en muchos países, incluida la Unión Europea y los Estados Unidos de América.
Un mundo de quejas
Mientras que la Gran Depresión desencadenó un “New Deal” en Estados Unidos, donde el gobierno asumió nuevos roles en la economía y la sociedad, en otros lugares la gente, afectada por la implosión de una economía mundial liberal, vio el surgimiento de regímenes que colocaron un enorme poder en manos del gobierno central.
El atractivo actual del modelo chino de crecimiento económico autoritario y la imagen del hombre fuerte encarnada por Orban, Putin y otros –no sólo en partes del “ Sur Global ” sino también en partes de Occidente– recuerdan a la década de 1930.
La Depresión intensificó un conjunto de ideologías llamadas “ totalitarias” : el fascismo en Italia, el comunismo en Rusia, el militarismo en Japón y, sobre todo, el nazismo en Alemania.
Es importante destacar que dio a estos sistemas un nivel de legitimidad a los ojos de muchos en todo el mundo, en particular en comparación con los gobiernos liberales vacilantes que parecían incapaces de ofrecer respuestas a las crisis.
Algunos de estos regímenes totalitarios ya tenían reivindicaciones preexistentes respecto del mundo creado después de la Primera Guerra Mundial y, tras el fracaso de un orden global basado en principios liberales para generar estabilidad, se propusieron reformularlo en sus propios términos.
Hoy en día, los observadores pueden expresar su conmoción por el regreso de la guerra a gran escala y el desafío que representa para la estabilidad global, pero tiene un paralelo claro con los años de la Depresión.
A principios de la década de 1930, países como Japón decidieron revisar el sistema mundial por la fuerza, de ahí que se los conociera como “ revisionistas ”. La separación de partes de China, en particular de Manchuria en 1931 , se encontró –de manera similar a la toma de Crimea por parte de Rusia en 2014– con poco más que el desconocimiento de las democracias occidentales.
A medida que avanzaba la década, la agresión militar abierta se extendió. China se convirtió en un referente, ya que su guerra antiimperial para la autopreservación contra Japón recibió el apoyo vacilante de otras potencias. Los ucranianos de hoy podrían entender bien este paralelo .
Etiopía, España, Checoslovaquia y, finalmente, Polonia se convirtieron en objetivos de los estados “revisionistas” que utilizaban la agresión militar, o la amenaza de ella, para remodelar el orden internacional a su propia imagen.
Irónicamente, a finales de los años 30, muchos de los que vivieron esos años de crisis vieron su propia “guerra fría” contra los regímenes y métodos de estados como la Alemania nazi. Usaron esas mismas palabras para describir la descomposición de los asuntos internacionales normales en una melé de competencia constante, a veces violenta. Los observadores franceses describieron un período de “ni paz ni guerra” o una “demi guerre”.
Los personajes de la época comprendieron que no se trataba tanto de una competición continua como de un crisol en el que se forjaban nuevas normas y relaciones. Sus palabras resuenan en los sentimientos de quienes hoy ven la creación de un nuevo mundo multipolar y el ascenso de potencias regionales que buscan expandir sus propias influencias locales.
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