El movimiento pro-Putin se expande por el antiguo bloque soviético
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| Manifestantes alemanes con pancartas en apoyo de una relación más estrecha con Rusia y pidiendo que no haya más tanques en Ucrania. icholas Muller/S/Alamy |
05 septiembre 2024.- Mientras Rusia sigue bombardeando ciudades ucranianas con ataques aéreos y avanzando a lo largo de la línea del frente en el Donbass, las elecciones regionales en dos estados del este de Alemania han visto un aumento del apoyo a partidos de extrema derecha y extrema izquierda.
Lo que resulta particularmente preocupante es que ambos partidos se oponen a apoyar a Ucrania y respaldan una visión más alineada con el Kremlin de la agresión rusa contra Ucrania. Achacan la mayor parte de la culpa a Occidente por provocar a Rusia y aprovechan el temor de verse arrastrados a una confrontación militar en toda regla con Moscú.
Estas opiniones y su éxito en las urnas no son exclusivas de la ex Alemania Oriental. Otros estados de Europa central y oriental que estuvieron bajo control soviético hasta 1989 han experimentado el surgimiento de sentimientos similares, entre ellos, sobre todo, Eslovaquia y Hungría, miembros de la UE y la OTAN.
Lo mismo ocurre con algunos Estados que formaban parte de la Unión Soviética, como Azerbaiyán y Georgia. Esta curiosa mezcla de miedo, resentimiento y nostalgia no significa que se haya restaurado el bloque soviético a escondidas, pero sí indica una consolidación ideológica en al menos una parte de esa región.
En Hungría, esta postura prorrusa se asocia predominantemente con el primer ministro populista Viktor Orbán, que está en el poder desde 2010 y se ha distanciado , tanto él como su país, de los ideales democráticos liberales que defendió a fines de los años 1980 y principios de los años 1990.
Esto ha llevado a la Comisión Europea y al Parlamento a condenar a Orbán por socavar la democracia y el Estado de derecho.
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha impuesto una multa de 200 millones de euros (168 millones de libras esterlinas) a Hungría por infringir deliberadamente las normas de asilo de la UE. Nada de eso impidió que Orbán consiguiera su cuarta victoria consecutiva en las elecciones nacionales de 2022, pero dejó a su alianza por debajo del 50% de los votos en las elecciones al Parlamento Europeo de 2024.
A pesar de haber obtenido menos de la mitad de los votos en las elecciones europeas por primera vez en dos décadas, Orbán redobló su postura pro-Putin. Fue el primer primer ministro de un país miembro de la UE y la OTAN en estrecharle la mano a Putin. En octubre de 2023 en Pekín, repitió la misma maniobra en Moscú apenas unos días después de que Hungría asumiera la presidencia rotatoria de la UE en julio de 2024.
Su homólogo eslovaco, Robert Fico, recuperó el cargo de primer ministro de su país en octubre de 2023, también con una plataforma más prorrusa y antiucraniana.
A diferencia de Orbán, Fico es un populista de izquierda y ha moderado su postura sobre Ucrania tras una visita a Kiev en enero de 2024. Sin embargo, el sentimiento prorruso más amplio entre la mayoría del electorado fue evidente en las elecciones presidenciales de abril de 2024.
Fuera de la OTAN y la UE, otros líderes también han mostrado su apoyo a Putin. Un ejemplo es el veterano gobernante de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, que visitó Moscú en abril de 2024 y dio la bienvenida a Putin en Bakú en agosto.
Desde el inicio de la guerra contra Ucrania en febrero de 2022, Azerbaiyán ha desempeñado un papel fundamental para Rusia, ya que le ha proporcionado acceso a corredores comerciales esenciales para eludir las sanciones occidentales. Uno de ellos es el corredor internacional de transporte norte-sur que une a Rusia con Irán a través de Azerbaiyán.
Azerbaiyán también presentó su solicitud oficial para unirse a la alianza BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) un día después de la visita de Putin en agosto. También solicitó, a fines de julio, el estatus de observador en la Organización de Cooperación de Shanghai, con lo que Azerbaiyán está un paso más cerca de convertirse en miembro pleno del bloque liderado por China .
Y luego está Georgia, que en su día fue un faro de renovación democrática en el espacio postsoviético y que ahora se está deslizando gradualmente hacia una autocracia prorrusa. Tbilisi y Moscú han restablecido gradualmente sus vínculos bajo el partido político Sueño Georgiano, que ha gobernado el país durante más de una década, a pesar de la guerra ruso-georgiana de 2008.
En términos retóricos, el gobierno georgiano sigue comprometido con la adhesión a la UE. Una decisión del Consejo Europeo de diciembre de 2023 concedió a Georgia el estatus de país candidato. Sin embargo, las relaciones con la UE se han deteriorado significativamente desde la primavera, cuando el gobierno de Tbilisi impuso la llamada ley de agentes extranjeros , a pesar de las protestas públicas y de la UE.
La ley presenta una herramienta potencialmente útil para que el gobierno de Georgia restrinja el trabajo de las organizaciones de la sociedad civil proeuropeas y está inspirada en la legislación rusa recientemente ampliada .
Deriva autoritaria
El hecho de que, después de más de dos años y medio de una brutal guerra, Rusia, como país agresor, goce de una especie de resurgimiento de la simpatía, debe ser claramente preocupante para Ucrania y sus socios occidentales. La creciente deriva autoritaria en Alemania del Este, Eslovaquia y Hungría, Azerbaiyán y Georgia no comenzó con la guerra en Ucrania, sino que, sin duda, se ha acelerado como resultado de ella.
Los líderes políticos que lo impulsan aprovechan y canalizan cuidadosamente distintos sentimientos públicos. Uno de ellos es el temor histórico de verse arrastrados a una guerra con Rusia, otro es el resentimiento hacia un establishment político egoísta que ha gestionado mal las consecuencias de la COVID y la crisis del costo de vida desencadenada por la guerra en Ucrania.
También hay, al menos para algunos, un cierto grado de nostalgia por un imaginario pasado del bloque soviético y el “orden” que impusieron en su momento líderes fuertes y esencialmente socialmente conservadores, en comparación con el “caos” liberal que se ha producido desde entonces.
Las elecciones presidenciales del año pasado en la República Checa y las elecciones parlamentarias en Polonia demuestran que es posible detener y revertir el tipo de retroceso democrático que se observa en otras partes del ex bloque soviético. De manera similar, la decisión de Armenia de retirarse de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva liderada por Rusia (un pequeño sucesor del Pacto de Varsovia postsoviético) indica que las alineaciones geopolíticas no son inamovibles.
Todos estos cambios son señales de un orden de seguridad europeo y mundial inestable. El momento y la forma en que termine la guerra en Ucrania determinarán qué tipo de nuevo orden es probable que se instale. Sin embargo, el aumento simultáneo del populismo de derecha e izquierda, y de las autocracias antiguas y nuevas y su alineamiento ideológico con el Kremlin, envía una nota de extrema cautela: el mantenimiento de un orden liberal está lejos de ser segura, independientemente de quién, si alguien, gane la guerra en Ucrania.
Fuente: Stefan Wolff. Profesor de Seguridad Internacional, Universidad de Birmingham
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