salud mental, precariedad, juventud
28 noviembre 2024.- La precariedad es un concepto mucho más complejo de lo que pensábamos: incluye también significados que van más allá de las condiciones laborales y que están más relacionados con la incapacidad de garantizar un nivel de vida digno.
Los resultados de un reciente estudio muestran que lo que afecta a la salud mental de los jóvenes no es tanto carecer de un empleo fijo como percibir que están en situación de precariedad. Los resultados también demuestran que la precariedad laboral y la inseguridad económica se distribuyen de forma desigual entre los grupos sociales, pero el sentimiento de precariedad es común entre todos los jóvenes en España.
La salud mental de los jóvenes preocupa cada vez más. Incluso antes de la pandemia de la covid-19, los investigadores consideraban la salud mental juvenil un reto global de la salud pública (Patel et al., 2007). La pandemia se limitó a exacerbar esa tendencia previa.
No obstante, los estudios sobre los determinantes de la salud mental de los jóvenes no son muy abundantes (Gray et al., 2021). Una de las posibles explicaciones que se dan es la concentración de la precariedad laboral entre los jóvenes, lo que puede frenar sus expectativas de emancipación y de alcanzar sus objetivos vitales.
El estudio explora la hipótesis de que la precariedad es un factor determinante de la salud mental de los jóvenes mediante un estudio basado en una encuesta y un grupo focal llevados a cabo en el 2023 en todo el territorio español y centrados en jóvenes de 20 a 34 años.
Puntos clave
La precariedad laboral no se distribuye de forma igualitaria entre los jóvenes, pero la sensación de precariedad les afecta a todos, independientemente del género, la edad o el origen.
El 31% de los jóvenes entrevistados están en riesgo de depresión o ansiedad. La sensación de precariedad –y no el hecho de tener un empleo precario– es el factor explicativo crucial.
La sensación de precariedad va más allá de tener un trabajo de poca calidad; los entrevistados consideran que incluye también la imposibilidad de satisfacer necesidades básicas o de acceder a un nivel de vida digno.
El 40,6% de nuestra muestra afirma sufrir al menos un problema de salud física o mental debido a la inseguridad económica. Vivir solo está asociado con más inseguridad económica.
La seguridad económica de los hogares se ha visto cuestionada tras la pandemia, sobre todo por la inflación y el aumento del precio de la energía. Entre los jóvenes que afirman sentirse en una situación de precariedad extrema, dos de cada tres apuntan a estos dos factores como fuente de inseguridad económica en su hogar.
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