cultura, 8M, Don Quijote, Día Internacional de la Mujer
Con ocasión del Día Internacional de la Mujer que se celebra el 8 de marzo, nuestro colaborador Antonio Portillo Casado ha decido compartir con todos nosotros este hermoso Relato:
—Mi señor don Quijote, qué bueno cabalgar por esta tierra pasando por aldeas, pueblos, montes, valles y campiñas encontrándose a sus gentes. Confieso a vuesa merced que mi alma se ilumina cada día que le acompaño porque usía tiene estrella y aunque a veces ve visiones y su sentir se altera y su figura sobre Rocinante se arranca como un negro toro bravo, su espíritu es más noble que ninguno porque le mueve en este mundo la honestidad y la ayuda a los necesitados y oprimidos. Por ello, mi pequeña y regordeta alma de albura cada vez más se tiñe y he de tener cuidado con ello no vaya a ser que me adelante involuntariamente al propósito del Señor y abandone esta vida pronto, que aún quiero transitar, y sea ángel ante de tiempo, porque también se puede ser espíritu puro aquí entre los caminos y terrones tratando de construir un mundo mejor, como lo hace vuestra señoría a todas horas incluso sin probar pan ni comida; cosa de mucho mérito y valor porque no se le hunde el arrojo ni la claridad y tampoco se le enfrían los sesos.
—Amigo Sancho, doy gracias a las Alturas y a tu mujer, por hacer posible que me acompañes por los caminos que la fortuna nos proporciona. En cuanto a Dios, siempre le agradezco haberte conocido entre las callejas de nuestro lugar y por dotarte de buen talante y alma sana, a veces inocente, sin más maldad que cuando te pones las orejeras y te entercas a lo bruto y cuando derramas el pesado serón de refranes y asimismo por tu ganas de zampar, rayana con la gula, que cuando galopa arrasa con toda materia alimentaria aunque la escondan en invisibles alacenas, disimuladas arcas y recónditas bodegas. Y respecto a tu mujer, la genuina Teresa Panza, columna vertebral de tu hogar y vida, como lo son todas las mujeres, pues la naturaleza las ha dotado de una valía y versatilidad excepcionales, aunque en esta época en que vivimos están adscritas a sus casas y familias por la costumbre, educación y religión, no por ello no pueden mandar y comandar empresas puesto que Dios las hizo competentes en más cosas: las hay madres, reinas, regentas, guerreras, filósofas, matemáticas, pintoras, escritoras...Algún día tomarán las riendas de la vida y junto a nosotros gobernarán este mundo que nos dio el Señor y quizá, entonces, haya menos guerras, menos abusos y menos enconamiento cerril y luchas viriles por el mando o el poder. Entonces, ellas podrán gobernar con su inteligencia, sentimiento y determinación pero sin primar el uso de la fuerza, sino más bien la escucha, el amor y el seso. Porque, Sancho querido, debemos estar inmensamente agradecidos a las mujeres que de este mundo son la fuente de la vida. Nos trataron con amor siempre, comprensión y nos abrazan y a veces nos regañan por el bien de todos. Dicen la verdad y sus sentimientos van en línea con la vida. No en vano, ellas son los instrumentos musicales de la misma que dio a nuestras compañeras la virtud y la responsabilidad de dar a luz a todos. Nosotros, los hombres, tenemos la bendita labor de escucharlas, apoyarlas y, llegado el caso, defender su opinión y vida para que nuestros vástagos, mozas y mozos, pasen el testigo del respeto y amor hacia ellas, y por ende, hacia todos y así la luz siga en este universo en el que el ser humano y su alma son partículas del Todo.
—Si vuesa merced lo permite, digo que paremos cerca de esa fuente, pues el polvo del camino me estrangula el gañote y la sed pesa y atiza; y también puede ser que tenga un nudo en el gaznate, no de dar término a los víveres sino de escuchar lo que hermosa y justamente ha dicho sobre las mujeres, nuestras compañeras. Sin duda que son los rayos de la vida. Una sonrisa suya nos vuelve tontos o locos pero, muchas veces, no tenemos en cuenta que sus almas las hizo Dios como a las nuestras o a pesar de las nuestras...
—Sancho hermano, las cosas tienen que avanzar y siempre hay que mejorarlas si éstas no pasan por donde deben. Así debe hacerse y procurar llevarlas a cabo cada uno, porque si tú no lo haces, ¿cómo vas a exigir que otros procedan?
—Mi señor, con esta panzada de agua ya me encuentro a mis anchas. Y me viene una idea, quizá disparatada, pero se la voy a servir a vuesa merced: ¿cree que alguna vez existirán mujeres que se llamen doña Quijota y Sancha y gusten de la aventura, se impliquen y defiendan la justicia y a los desvalidos?
—Cómo aguzas el entendimiento, Sancho. Ya han existido, viven y vendrán. Lo que ocurre es que no se las ha dado valor y no han reconocido sus méritos y las dejaron en la trastienda, que, paradójicamente, es donde se cuece todo. Dime, ¿no has visto eso en las mujeres de tu familia? La mayoría de las veces han sido únicamente madres porque las leyes de los hombres así lo dispusieron, pero su ardua tarea lleva en las alforjas mucho trabajo, habilidades, sabidurías y temple. Hijo, qué dichoso y feliz estoy por la conversación que nos lleva.
—Cuánta sabiduría lleva su figura a cuestas, qué orgullo ser su escudero, mi fatrerno don Quijote.
—Fraterno, se dice fraterno, pupilo de la Mancha. No patees el español o castellano, lengua que en préstamo nos dieron los antepasados para entregar a la prole y herederos. Anda, saca ese vino tinto que con cuidado y mimo escoltas para que caliente la barriga, enrojezca la cara, entone el espíritu y espante al malvado frío que cabalga con nosotros.
—Presto, mi señor caballero. Perdone mi osadía con el habla. ¿No importa a vuesa merced que entresaque también algo de pan, morcilla, tocino que sabe a cielo y chorizo? Porque digo yo que con pan y vino se anda el camino; come y bebe que la vida es breve; el vino alegra el ojo, limpia el diente y sana el vientre; tripa vacía, corazón sin alegría.
—¡Sancho charlatán, abandona la rueca de los refranes!
(Autor: Antonio Portillo Casado).
(Publicado en la revista literaria Raíz y Rama nº: 13 de 2024)
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