danza, cultura, La Abadía, Luz Arcas
En marzo, emociónate en La Abadía con la fuerza y belleza de la danza contemporánea. Tres únicos días en los que podremos ver tres piezas imprescindibles de la ganadora del Premio Nacional de Danza 2024, Luz Arcas, fundadora de la compañía La Phármaco.
TONÁ. 27 marzo
Una experiencia poética, plástica e intuitiva ligada a la memoria colectiva y los imaginarios populares. Toná es una propuesta escénica que se aleja de narrativas convencionales y ofrece al espectador a una experiencia poética, plástica e intuitiva. En la pieza, los cuerpos y los objetos (el vestuario, los elementos escénicos) son atravesados por lo invisible (la música, el movimiento) y agitados hasta la extenuación: un exceso de vida que acaba por agotarlos y devolverlos a lo inerte.
Un cuerpo que no escoge entre creer o sospechar: hermana fe y nihilismo y se repite amar es tener el cielo y ver que el cielo no tiene nada. Esta pieza pertenece al Ciclo de los milagros.
TRILLA. 28 marzo
Una indagación sobre el folk, la electrónica y la tradición como un espacio experimental. Trilla es, sobre todo, una ceremonia experimental que le ofrecemos a un simple pañuelo blanco, único elemento de la obra y punto de encuentro y fuga del cuerpo y sonido, el sudor y las lágrimas, la novia y la plañidera, el parto y la mortaja.
«Trilla surgió de un accidente: mientras trabajábamos en Somos la guerra, una pieza anterior de mayor formato, sentimos que se generaba una energía imparable, un tú a tú entre las dos (Le Parody y yo) que tenía jugarse en un otro tablero, más desnudo, despojado. Quedarnos a solas con los motores poéticos de la obra y profundizar en las grietas que se abrían y conectaban el folclore andaluz con el universal, la historia de los cuerpos con la del sonido. Trilla es también un disco, que tampoco fue premeditado, sino que surgió de esa energía, otro accidente». Luz Arcas.
Esta pieza pertenece al Ciclo de los milagros.
MARIANA. 29 marzo
Una pieza donde el flamenco primitivo y la danza contemporánea se lanzan al ruedo. Mariana es el nombre de la cabra que acompaña al gitano errante, la del show, la que baila y le da de comer. Mariana es la mula con la que el campesino trilla, la burra de carga del azacán y la borriquilla que transporta al dios. El animal hembra es el cuerpo del trabajo, da igual la era que atraviese.
En la obra, el cante alienta y anima a la fuerza productiva y el cuerpo recrea de forma libre la potencia del animal que se deja arrastrar por el compás de los órganos, como en los cantes a palo seco. Lo mueve, no la arqueología de las esencias, sino el puro deseo de encontrar la forma, el orden, la elocuencia. El cuerpo jondo derrocha energía, vida y muerte y esa es su radical y arcaica modernidad. El cuerpo jondo rompe a bailar, como las lágrimas, el sudor o la carcajada: con poderío, con vergüenza, ahí donde el proceso es tan visible como el resultado. Los lenguajes son impuros, mestizos, como todo lo que está vivo. Un baile esculpido en piedra y arcilla, esquemático, tosco y preciso como son los altares, los amuletos o las herramientas. Un baile tan abstracto y simbólico como utilitario y material.
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