la tribuna, neofeudalismo
22 marzo 2025.- Hoy alzamos la voz ante una verdad incómoda que se cierne sobre nosotros como una sombra cada vez más densa: la democracia, ese frágil bastión de libertad y soberanía popular, se desvanece ante nuestros ojos.
Lo que antaño fue un sistema imperfecto pero esperanzador, construido sobre la promesa de igualdad y derechos inalienables, ha sido erosionado por fuerzas insidiosas que nos arrastran hacia un nuevo orden: el neofeudalismo.
En este paisaje distópico, las libertades individuales, otrora sagradas, se sacrifican en el altar de la vigilancia ciudadana y el control absoluto.
No es casualidad que hablemos de neofeudalismo. Como en los tiempos oscuros de la Edad Media, asistimos al resurgimiento de una élite intocable —corporaciones globales, tecnócratas y gobiernos cómplices— que concentra el poder y la riqueza mientras las masas son relegadas a la servidumbre moderna.
Pero esta vez, el yugo no se forja con cadenas visibles, sino con algoritmos, cámaras omnipresentes y un panóptico digital que registra cada paso, cada palabra, cada pensamiento. La vigilancia ciudadana, disfrazada de seguridad y progreso, se ha convertido en el instrumento perfecto para despojar al individuo de su autonomía, reduciéndolo a un mero engranaje en una maquinaria opresiva.
¿Dónde queda la democracia cuando las decisiones que afectan a millones se toman en despachos cerrados, lejos de la voluntad popular? ¿Qué significa la libertad de expresión cuando cada opinión es monitoreada, clasificada y, en muchos casos, silenciada bajo el pretexto de la corrección o el orden?
La participación ciudadana, pilar de toda democracia genuina, se ha transformado en una ilusión, un teatro de sombras donde las elecciones son manipuladas, las voces disidentes estigmatizadas y el disenso criminalizado. El contrato social se ha roto, y en su lugar se nos impone un pacto de sumisión.
Este neofeudalismo tecnológico no solo nos vigila, sino que nos deshumaniza. Nuestros datos, nuestra esencia misma, son cosechados sin descanso por señores feudales digitales que lucran con nuestra existencia. La privacidad, ese refugio esencial del espíritu humano, ha sido abolida, reemplazada por una exposición constante que nos convierte en súbditos vulnerables. Y mientras tanto, se nos distrae con migajas: entretenimiento vacío, promesas huecas y un consumismo que nos ata aún más a este sistema perverso.
Es hora de denunciar esta deriva autoritaria que pisotea los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, exigiendo la restauración de una democracia verdadera, donde el poder emane del pueblo y no de una casta privilegiada.
Hay que reclamar el fin de la vigilancia masiva que asfixia nuestra humanidad y el retorno de las libertades individuales como derecho innegociable. No aceptar ser peones en este tablero neofeudal. La historia nos enseña que los pueblos silenciados tarde o temprano despiertan. Que este sea el comienzo de ese despertar.
Autor: Gontzal Negrín
NOTA: La Tribuna es una espacio abierto a la colaboración para el fomento del pensamiento crítico y la defensa de los derechos humanos
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