La Tribuna, Crónica del Henares
En lugar de dar por sentado que los familiares de las personas mayores se harán cargo de llenar los vacíos sistémicos en la atención sanitaria, las comunidades necesitan investigaciones y políticas que se alineen con las rutinas existentes de las familias.
28 marzo 2025.- Las Naciones Unidas estiman que, para 2050, una de cada seis personas en el mundo tendrá 65 años o más, frente a una de cada diez en 2021. Se prevé que algunos países de ingresos bajos y medios experimenten el aumento más rápido en las cifras. Las naciones con recursos limitados deben adaptarse rápidamente para atender las complejas necesidades de salud de sus poblaciones en proceso de envejecimiento .
Como investigadora de salud conductual en Singapur, evalúo programas destinados a prevenir y controlar enfermedades crónicas. Escucho repetidamente que la fuerza más poderosa para el éxito o el fracaso de una iniciativa es la familia del paciente. En mi opinión, dicha participación debe convertirse en una parte integral de los planes de salud para las personas mayores.
Detrás de muchos programas de salud para adultos mayores hay un ejército de hijos, hijas, cónyuges y otros familiares. Pueden gestionar la logística, hablar con los médicos y garantizar el cumplimiento de los planes de tratamiento. Pero también pueden agravar involuntariamente los problemas de salud. La hipertensión de una persona mayor puede deberse a la sopa de fideos salada que suele cocinar su pareja o a la comida para llevar poco saludable que su hijo trae a casa .
La mayoría de las iniciativas de atención médica familiar se centran en facilitar la colaboración entre profesionales y familias o en ayudar tanto a los pacientes como a sus familiares a gestionar una enfermedad. Son mucho menos comunes los enfoques dirigidos por la familia, que dotan a los familiares de las habilidades y los conocimientos necesarios para ayudar a sus seres queridos. Sin embargo, estos enfoques podrían beneficiar a muchos adultos mayores, quienes pueden enfrentarse a dificultades sociales, culturales, tecnológicas y logísticas para acceder a la atención médica o adoptar hábitos más saludables.
Actualmente estoy probando una capacitación en línea que ofrece a jóvenes adultos en Singapur estrategias basadas en evidencia para ayudar a sus familias a controlar la cantidad de sal en sus dietas. Aunque el programa aún está en marcha, los primeros indicios indican que funciona y que requiere relativamente poco tiempo y esfuerzo por parte de los participantes.
De manera similar, un estudio en Tailandia probó una aplicación educativa para apoyar a los familiares de adultos mayores con diabetes ( P. Poonprapai et al. Int. J. Clin. Pharm . 44 , 680–688; 2022 ). Se animó a los familiares a compartir lo aprendido con sus familiares, así como a recordarles que tomaran sus medicamentos. La aplicación mejoró significativamente la capacidad de los pacientes para controlar su enfermedad y adherirse a sus planes de medicación.
Los enfoques dirigidos por la familia pueden requerir menos recursos que los planes de salud convencionales, lo que los hace ideales para regiones con escasez de fondos. Sin embargo, a los críticos podría preocuparles que exijan demasiado a los familiares. Incluso pequeñas tareas, como controlar la toma de medicamentos o coordinar citas, pueden acumularse, sobre todo para quienes ya compaginan el trabajo, el cuidado de los hijos y otras responsabilidades.
Es necesario desarrollar y evaluar formas escalables y sostenibles de involucrar a las familias como socios en la atención médica. Hasta ahora, la investigación se ha limitado a programas a pequeña escala.
Para ampliar estos programas, los científicos necesitan comparar modelos de participación familiar. Estos pueden ser más sutiles o más intensos, desde preguntar si un ser querido toma sus pastillas durante una visita regular hasta recibir capacitación que les permita crear un plan personalizado que apoye la salud cardíaca de un familiar.
Las comparaciones entre regiones y grupos demográficos pueden revelar los métodos más adecuados para diversos contextos. Por ejemplo, si las familias viven cerca, la interacción presencial podría ser más eficaz. Por el contrario, en entornos rurales o de bajos recursos, donde los costos o las grandes distancias hacen que las visitas sean poco prácticas, podría ser mejor usar el teléfono. Las intervenciones deben alinearse con las rutinas existentes, no interrumpirlas.
Las innovaciones digitales podrían ser útiles. Los profesionales sanitarios ya utilizan plataformas de redes sociales, como WhatsApp y WeChat, para difundir información. Los investigadores deberían investigar cómo se pueden utilizar estas plataformas para interactuar con los familiares. Un ejemplo prometedor es el estudio piloto «Let's Chat», en el que se capacitó a jóvenes adultos de familias vietnamitas estadounidenses como promotores de la salud ( HT Duong y S. Hopfer Health Educ. Behav. 48 , 208–219; 2021 ). Los participantes compartieron mensajes sobre los beneficios de las pruebas de detección del cáncer en sus chats familiares privados, lo que propició un aumento en la participación en las pruebas de detección y la vacunación.
Los financiadores deben apoyar tanto estudios comparativos como investigaciones que exploren cómo integrar los modelos de participación familiar en los sistemas de salud. Consideraciones cruciales incluyen comprender la logística y los recursos necesarios, cómo las intervenciones se integran con las infraestructuras sanitarias existentes y las iniciativas de salud pública, y qué cargas imponen estos modelos a los miembros de la familia.
Los gobiernos deben estar preparados para tomar la evidencia de dicha investigación y traducirla en políticas. Podría ser necesaria capacitación formal, asistencia financiera y apoyo social o laboral para que los familiares puedan cuidar a los adultos mayores sin una presión excesiva.
Algunas iniciativas muestran cómo lograrlo. En Bogotá, la política del "sistema de cuidados" ofrece a los cuidadores de algunos barrios capacitación, apoyo para la salud mental y prestaciones, como servicios de lavandería. En China, los adultos mayores reciben entregas de comidas y transporte subsidiados, además de apoyo financiero y de recursos para los cuidadores de bajos ingresos.
Independientemente de la política, es crucial que las familias reciban apoyo y no se les pida que cubran las carencias del sistema. Si se implementa correctamente, la participación familiar puede ayudar a los profesionales de la salud a llegar a las comunidades marginadas, mejorar los resultados de salud y construir sistemas de salud más resilientes.
Autor: Shahmir H. Ali . Universidad Nacional de Singapur. nus.edu.sg
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