La Tribuna, inmigración, Crónica del Henares
25 marzo 2025.- La inmigración es, sin lugar a dudas, un poderoso motor para la economía de las sociedades occidentales, un recurso que impulsa el crecimiento, la innovación y la sostenibilidad en un mundo globalizado. Lejos de ser una carga o una amenaza, los inmigrantes aportan dinamismo a los mercados laborales, llenando vacíos en sectores esenciales como la agricultura, la construcción, la sanidad o el cuidado de personas, áreas que a menudo sufren escasez de mano de obra local. Además, su contribución no se limita al trabajo físico: muchos inmigrantes llegan con habilidades, formación y emprendimiento, creando negocios, generando empleo y enriqueciendo la diversidad económica.
Los datos respaldan esta realidad. En numerosos países de acogida, los inmigrantes pagan más en impuestos y cotizaciones sociales de lo que reciben en servicios públicos, desmintiendo el mito de que suponen un peso para el sistema. Su presencia rejuvenece demográficamente a sociedades envejecidas, garantizando la viabilidad de los sistemas de pensiones y el equilibrio de la fuerza laboral. Sin ellos, muchas economías occidentales enfrentarían un estancamiento que pondría en riesgo su competitividad global.
Hay que desechar el relato abstracto de que los inmigrantes privan de trabajo a los nacionales. Esta es una falacia más asociada al fenómeno de la inmigración. Si el ciudadano de a pie teme perder su puesto de trabajo por la "competencia" de la inmigración, o es porque estamos hablando de trabajos de baja cualificación mal remunerados o es, simplemente, puro racismo. Y si los ciudadanos optan por la "comodidad" de trabajos de baja cualificación derivados del turismo, por ejemplo, es que tenemos un problema nacional de formación y esfuerzo colectivo.
Combatir la inmigración con el fomento del talento aislado o la natalidad local, serán medidas insuficientes para garantizar el progreso de una región o de todo un país. Las estadísticas recientes demuestran que existe un déficit anual de unas 100.000 personas en España (nacimientos - fallecimientos). Los avances tecnológicas no podrán cubrir este vacío por más que nos empeñemos en este relato. Bien al contrario, la tecnología y la IA restarán empleos en trabajos cualificados y procesos repetitivos, áreas no cubiertas precisamente por la demanda de la mano de obra inmigrante.
Y si los inmigrantes son "mejores" que nosotros porque se esfuerzan más o están dispuestos a aceptar trabajos que nosotros no queremos, tenemos un problema de desarrollo económico y social que conducirá al país a una decadencia progresiva.
Sin embargo, para que este potencial se desarrolle plenamente, la integración es una necesidad ineludible. La inmigración no puede prosperar en un vacío; requiere políticas activas que promuevan la inclusión social, el acceso a la educación, la formación laboral y el aprendizaje del idioma. Integrar no es asimilar ni borrar identidades, sino construir puentes que permitan a los inmigrantes participar plenamente en la vida económica, cultural y cívica del país receptor. Una integración exitosa beneficia a todos: fortalece la cohesión social, reduce desigualdades y fomenta un sentido de pertenencia compartido.
Por otro lado, es hora de desechar la narrativa obsoleta y sin fundamento de que los inmigrantes representan una amenaza para la seguridad nacional. Esta idea, alimentada por prejuicios y desinformación, no resiste el análisis objetivo. Los estudios demuestran consistentemente que los índices de criminalidad entre inmigrantes son similares o incluso inferiores a los de la población nativa. Los verdaderos riesgos para la seguridad provienen de la exclusión, la marginalización y la falta de oportunidades, problemas que se agravan cuando se demoniza a este colectivo en lugar de apostar por su incorporación. Construir muros, físicos o sociales, no protege a las naciones; las debilita al ignorar la riqueza que la diversidad puede ofrecer.
La inmigración no es un problema que resolver, sino una oportunidad que aprovechar. Abogar por ella como motor económico y por su integración efectiva es apostar por sociedades más fuertes, prósperas y resilientes. Rechazar los falsos temores sobre la seguridad nacional nos libera para enfocarnos en lo que realmente importa: un futuro compartido donde todos puedan contribuir y florecer.
La Crónica del Henares
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