opinión, "no somos dignos", la crónica del henares
No somos dignos
En un mundo que presume de avances democráticos y libertades individuales, hay algo que deberíamos tener claro: el acceso a la información libre y plural es la columna vertebral de cualquier sociedad que aspire a ser justa. Sin embargo, asistimos con impotencia a un espectáculo indignante: la eliminación sistemática del derecho a la libre información mediante la supresión de ayudas económicas a medios de comunicación que no se pliegan a los intereses de un determinado régimen político. No somos dignos de llamarnos ciudadanos si permitimos que esto ocurra sin alzar la voz.
La estrategia es tan vieja como eficaz. Cuando un poder político decide asfixiar económicamente a los medios que no le son afines, no solo está silenciando voces disidentes, sino que está enviando un mensaje claro al resto: alinearse o perecer. Las subvenciones, los contratos publicitarios y las ayudas públicas, que en teoría deberían distribuirse con criterios objetivos y equitativos, se convierten en herramientas de coerción. Los medios independientes, aquellos que se atreven a cuestionar, investigar o simplemente ofrecer una perspectiva distinta, quedan condenados a una lenta agonía financiera, mientras los afines al régimen prosperan con recursos que, en muchos casos, provienen de los propios contribuyentes.
Esto no es solo un ataque a la prensa; es un ataque directo a la ciudadanía. Sin medios plurales, la verdad se convierte en un lujo al que solo acceden quienes tienen tiempo, recursos o contactos para buscarla más allá de la narrativa oficial. El resto queda atrapado en un ecosistema informativo diseñado para manipular, adormecer y, en última instancia, controlar. ¿Qué democracia puede sobrevivir cuando el debate público es reemplazado por un monólogo orquestado desde el poder?
No se trata de defender que todos los medios sean perfectos o imparciales —ninguno lo es por completo—, sino de reconocer que la diversidad de voces, incluso las imperfectas, es lo que nos permite acercarnos a una visión más completa de la realidad. Cuando un régimen decide quién merece hablar y quién no, no está protegiendo a la sociedad de la desinformación, como a veces se argumenta; está fabricando su propia versión de los hechos y eliminando cualquier posibilidad de contraste. Eso no es gobernar, es dictar y hacer un uso fraudulento de los impuestos públicos, concepto directamente ligado a la corrupción en la política.
Y nosotros, como sociedad, ¿qué hacemos? Nos indignamos en privado, compartimos alguna queja en redes sociales y seguimos adelante, como si la pérdida de este derecho fundamental no nos afectara directamente. Pero sí lo hace. Cada medio silenciado es una puerta que se cierra, un espacio menos para el pensamiento crítico, una rendija por la que se cuela la autocensura. No somos dignos de las libertades que heredamos si las dejamos morir por apatía o conformismo.
Es hora de exigir transparencia en la asignación de recursos públicos a los medios, de rechazar cualquier intento de convertir la información en un privilegio de los leales y de apoyar activamente a quienes, pese a las presiones, siguen apostando por la independencia. Porque si permitimos que el derecho a la libre información sea triturado bajo el peso de la conveniencia política, no solo perdemos la capacidad de saber; perdemos la dignidad de ser libres. Y eso, francamente, no lo merecemos.
Dirección de "La Crónica del Henares"
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