Domingo de Ramos 2025, alcalá de henares, Semana Santa
Hoy Domingo de Ramos, 13 de abril de 2025, ha comenzado la Semana Santa. En Alcalá de Henares, el obispo complutense, Mons. Antonio Prieto Lucena, tras bendecir los ramos y las palmas en el patio de armas del Palacio Arzobispal, ha acompañado la procesión de «la borriquita», que ha recorrido las calles Santiago, Imagen y Mayor antes de llegar a la plaza de los Santos Niños y entrar en la Catedral-Magistral. Allí el obispo ha presidido la Eucaristía a la una de la tarde.
Fotos: Diócesis de Alcalá de Henares
Homilía del obispo de Alcalá de Henares en el Domingo de Ramos 2025
Queridos hermanos sacerdotes y hermanos todos:
Con esta celebración, comenzamos la Semana Santa, la semana más importante del año litúrgico. Jesús entra triunfalmente en Jerusalén cumpliendo una profecía de Zacarías: “¡Salta de gozo, Sión; alégrate, Jerusalén! Mira que viene tu rey, justo y triunfador, pobre y montado en un borrico, en un pollino de asna” (Zac 9,9). Como Jesús entró en Jerusalén, quiere entrar en nuestras vidas, en esta Semana Santa, de manera triunfal y sencilla, como rey pacífico, que llama a la puerta humildemente, sin dar patadas a las puertas, sin imponerse, pero queriéndonos declarar su amor. Abramos, sin dudarlo, las puertas de nuestro corazón a este Rey de Amor, para eso nos hemos estado preparando durante todo el tiempo de la Cuaresma.
El primer Domingo de Ramos Jesús tenía en su Sagrado Corazón como un sentimiento agridulce: por una parte, se sentía honrado por los cantos del pueblo, que gritaban: “¡Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor!”; pero, por otra parte, sabía que esas mismas gargantas que le aclamaban, días después bramarían clamando: “¡Crucifícale, crucifícale!”. Jesús conoce que somos fáciles para hablar, pero lentos para obrar. Jesús sabe que nuestro corazón es frágil e inconstante, por eso sabemos que Jesús, el Domingo de Ramos, lloró sobre Jerusalén, exclamando: “Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces he querido reunirte como una gallina a sus polluelos bajo sus alas, y no has querido”. En Tierra Santa hay una iglesia, llamada Dominus flevit, que recuerda esta pena del Corazón de Jesús. Por eso, la tarde del Domingo de Ramos, Jesús se retiró a Betania, donde vivían sus amigos: Marta, María y Lázaro. Allí siempre encontraba corazones abiertos, dispuestos a recibirle.
Acabamos de escuchar el relato de la Pasión según San Lucas. La Pasión de Jesús apenas necesita comentario. Sabemos que los relatos de la pasión son el núcleo de los cuatro evangelios. Se ha dicho que los evangelios no son otra cosa que relatos de la pasión con una introducción muy larga. Es decir, que a los primeros cristianos lo que les interesaba era la pasión de Jesús, cómo habían sucedido los hechos, y eso es lo que les relataban los Apóstoles, después, con el tiempo, los evangelistas fueron introduciendo más datos de la vida de Jesús, pero todo comenzó por los relatos de la pasión.
El problema es que estamos demasiado acostumbrados a la pasión, la conocemos muy bien, la hemos leído muchas veces, incluso hay películas muy bien hechas sobre ella. Llega un momento en que la pasión deja de conmovernos. En cierta ocasión, me contó un misionero que al llegar a un lugar de África donde aún no se había anunciado el evangelio, después de conocer la lengua autóctona, decidió traducir la pasión de Jesús y leérsela a aquellos indígenas. La fue leyendo despacio, sin levantar la vista del texto, y su sorpresa fue que, cuando terminó y miró a sus oyentes todos estaban llorando. Comprendió el impacto que causa la pasión de Jesús cuando se oye por primera vez.
La Pasión de Jesús no solo un hecho del pasado, es un acontecimiento de rabiosa actualidad. El proceso de Jesús continúa abierto en cada persona que sufre, en cada injusticia, en cada cristiano perseguido. Jesús sigue sufriendo en su cuerpo místico, y desea que uno de nosotros que sepamos acompañarle en su amarga pasión, como lo exigió a sus discípulos en Getsemaní.
¿Quiénes fueron los responsables de la pasión de Jesús? Muchas veces, de manera superficial, decimos: los judíos, o los romanos. Decimos que fue la envidia de los sumos sacerdotes, la traición de Judas, la negación de Pedro, el abandono de los discípulos o la cobardía de Pilato, pero se nos olvida que también nosotros estábamos allí. También nosotros, con nuestros pecados, hemos llevado a Cristo a la pasión, ya que él ha ofrecido su vida por la redención del mundo, de todos los hombres, de los de aquel momento, de los que habían vivido antes y de los que vendríamos después.
En el relato que hemos escuchado, por dos veces, piden a Jesús que baje de la Cruz: “A otros ha salvado, que se salve a sí mismo si es el Mesías”. Primero lo dijeron los magistrados y después los soldados romanos. Pero Jesús no bajó de la cruz. Si hubiera bajado para aplastar a sus enemigos, nuestra fe se apoyaría en una victoria humana y no se apoyaría en la victoria divina del amor de Dios sobre la humillación, sobre la injusticia y el sufrimiento.
Agradezcamos a Jesús que no bajara de la cruz y animémonos nosotros a no bajar de las nuestras. En cada Eucaristía se hace presente esta victoria del amor de Dios sobre el pecado, en cada Eucaristía tenemos la certeza de que el amor vence al odio y esto nos llena de esperanza.
¡Feliz y santa Semana Santa!
Fuente: Diócesis de Alcalá de Henares
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